Eutanasia, la buena muerte

Publicado en el boletín de Europa Laica

Eutanasia: la buena muerte

La Eutanasia ayuda a morir cuando el enfermo sufriente e impedido reclama la cooperación necesaria para poner fin a su vida, ya carente de sentido. Lo contrario es la “Distanasia”, que se define como una prolongación médicamente inútil de la agonía de un paciente sin perspectiva de cura.

Existe muchos ejemplos de lo que significa para enfermos y familiares la negación de la Eutanasia. Quien no recuerda a Ramón Sanpredo: a los 55 año, llevaba 28 años postrado en la cama y pidió ayuda. Presento demandas en los juzgados de Barcelona y A Coruña argumentando su deseo de morir, pero los jueces denegaron sus peticiones y no le quedó más remedio que buscar otras vías.

Veintidós años después, el suicidio asistido sigue siendo un delito en España, según se refleja en el artículo 143 del Código Penal, que en el punto dos expone: “se impondrá la pena de prisión de dos a cinco años al que coopere con actos necesarios al suicidio de una persona” y el punto tres añade que “será castigado con la pena de prisión de seis a diez años si la cooperación llegara hasta el punto de ejecutar la muerte”.

José Antonio Arrabal, un hombre de 58 años que sufría esclerosis lateral (ELA) también quiso quitarse la vida. “Me parece indignante que en este país no esté legalizado el suicidio asistido y la eutanasia. Me parece indignante que una persona tenga que morir sola y en la clandestinidad. Me parece indignante que tu familia se tenga que marchar de casa para no verse comprometida en el tema y acabar en la cárcel”, declaró en un vídeo que grabó segundos antes de morir”.

Uno de los últimos casos fue el de María José Carrasco, enferma terminar de esclerosis múltiple; su marido, Ángel Hernández, grabó un vídeo en el que mostraba el sufrimiento diario de seguir viviendo. Finalmente, la ayudó a morir. El caso pasó a La Audiencia de Madrid, la cual dictaminó que el supuesto suicidio asistido continuase en el Juzgado de Violencia Sobre la Mujer. Pero la titular del juzgado de Violencia Sobre la Mujer la rechazó, al estimar que era deseo de la mujer el acabar con su vida. Ángel Hernández tenía asumido que su acción podía llevarle a la cárcel, pero lo que más le dolió fue que el caso fuera enviado a un juzgado de Violencia Contra la Mujer.

Quienes no aceptan la Eutanasia prefieren la “Distanasia”, considerada un “Ensañamiento” contra el paciente, ya que se le somete a métodos artificiales que le hacen sufrir, sabiendo que la salud de la persona no será recuperada. ¿Dónde se esconde la compasión? ¿Qué patología encierra amar el sufrimiento?

La Ley de Eutanasia que el gobierno ha sacado adelante, con amplia mayoría del Congreso, es rechazada por el PP, Vox y la Iglesia. Y lejos de aceptar su derrota, lanzan las campanas al vuelo soltado su artillería de mentiras y calumnias. Quizá no entiendan que, al igual que el divorcio o el aborto, (leyes que fueron demonizadas por dichas ideologías) no es de obligado cumplimiento, que solo será para quienes quieran poner fin a un sufrimiento irreversible para él y para sus seres queridos.

El obispo de Alcalá de Henares, Juan Antonio Reig Pla, “un preclaro” miembro de la Iglesia Católica, sigue lanzando sus homilías para tirios y troyanos contra la buena muerte porque él es partidario de la “Distanasia”. Unos y otros no entienden que no es necesario tanto tormento para terminar con una vida que ya no quiere ser vivida.

El obispo también habla de la maldad del feminismo y del laicismo, además de dar consejos sobre la violencia contra las mujeres, sobre la homosexualidad, sobre el aborto, la masturbación y otros temas sociales.

Que poco hablan, los unos y los otros, de las muertes, “no queridas”, impuestas por los recortes sociales, de “obligado cumplimiento”.

¿Cuántas personas querían seguir viviendo y no las auxiliaron en su debido momento?

¿Cuántas personas murieron esperando la ayuda a la dependencia?

¿Cuántas se suicidaron cuando sin recursos les echaban de la vivienda, sin que sus gritos de ayuda fueran escuchados?

¿Cuántas personas han muerto sin que el medicamento adecuado para la hepatitis C (Sovaltis) llegase a tiempo?

¿Cuántas mujeres han sido asesinadas por el machismo sin tener la protección adecuada?

¿Cuánta infancia lanzada a la miseria o a la violencia que enferma y mata?

Aquellos que están acostumbrados a servirse del pueblo para disfrute de su ocio y sus negocios, niegan la buena muerte a quienes la piden. También niegan la buena vida a quienes la quieren y necesitan.

Opresores de mujeres fueron quienes negaban el aborto a las mujeres, sin pensar que su negativa podía conducirlas a la muerte. Siempre hubo clases y entre los embarazos de unas mujeres y otras había gran diferencia; las ricas tenía dinero para auxiliarse, las pobres podían terminar en la habitación de un matarife cualquiera, sin saber si sobrevivirían al aborto practicado, sin los medios sanitarios adecuados.

El Eros y el Thanatos siempre en pugna. La vida y la muerte deben ser dignas. Los recortes en sanidad, en dependencia, en salarios dignos han causado muchas muertes, mientras los saqueadores se dedicaban a vaciar las arcas públicas para gozar de vicios y privilegios.

Se autoproclaman patriotas, pero niegan la sal de la vida a quienes quieren vivir. Son hipócritas, seguidores de un régimen franquista que asesinó y arrojó los restos de multitud de personas en las cunetas y en fosas comunes, que obligaron al exilio a cientos de miles de hombres y mujeres, que enviaron a prisión a quienes osaban quejarse o protestar ante las injusticias. Hipócritas que creyeron que España era toda suya por derecho de herencia divina, que siguen rindiendo pleitesía al genocida que tuvo sumida a España en el terror y el silencio.

Teresa Galeote Dalama